Nuestro destino se entrelazó en el verano de 2013, cuando Enrique llegó a Tijuana desde Guerrero, apenas llevaba una semana en su nuevo hogar cuando nos encontramos por primera vez en la escuelita bíblica de verano de nuestra iglesia.

 

Aquel día, nuestras miradas se cruzaron y, sin darnos cuenta, algo dentro de nosotros comenzó a florecer. Pasaron los años y ese sentimiento especial creció poco a poco, fortaleciéndose con paciencia, respeto y la fe que nos guiaba. Aunque nuestros corazones ya sabían que estábamos hechos el uno para el otro, el momento perfecto llegó en 2019, cuando nuestro noviazgo comenzó un 11 de septiembre.

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Dicen que el amor verdadero sabe esperar, y el nuestro es prueba de ello. Durante seis años aprendimos a esperar el tiempo de Dios y por otros 6 años construimos un amor sólido, basado en la comprensión, la confianza y la voluntad de Dios. Aprendimos a amarnos de la manera más pura, siempre con la certeza de que nuestro destino era estar juntos.

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Hoy, seguimos tomados de la mano, con la promesa de amarnos hasta la eternidad. Porque nuestro amor nació para durar, para crecer y para ser el reflejo de la hermosa historia que Dios escribió para nosotros.